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Fotos antiguas de Madrid: La Gran Vía (1954, Horacio Novais)

Unas semanas, sin nombre ni mes, el fotógrafo portugués Horacio Novais se dejó caer por Madrid ¿o Madrid se dejó caer en él? El caso es que el retratista gráfico luso estuvo unos cuántos días por la capital, en 1954, y nos dejó para el recuerdo un sinfín de estupendas capturas. limusinas barcelona

Por lo que he podido deducir de las fotos que circulan por internet, Novais se debió quedar prendado del centro de Madrid y del magnetismo que desprendía aquella Gran Vía que se vestía con elegantes gabardinas y que salpicaba sus días entre humeantes cafés y relucientes coches. El portugués paseó e inmortalizó a partes iguales una Madrid que no decía una palabra más alta que la otra, que mantenía siempre las formas y guardaba las apariencias.

Si de normal, cuando vemos fotografías antiguas, nos da la sensación de lo elegante que eran aquellos madrileños y aquella ciudad, Novais tenía un don especial para retratarla con un brillo especial, a pesar de la ausencia de color. Es el caso del momento en el que nos fijamos en esta ocasión. Una fotografía tomada desde una de las perpendiculares de Gran Vía, yo apostaría que desde Gonzalo Jiménez de Quesada. Una de las tantas callejuelas a las que la Gran Vía robó su identidad y cuyo verdadero nombre muy pocos saben decir ya que siempre nos referimos a ellas por los comercios o tiendas que las orillas.

Suelen ser estas callejuelas, vías de, digámoslo así, no excesiva buena reputación y eso que su currículum en la mayoría de los casos han mejorado de forma notable con el paso de los años. Sin embargo, en aquel 1954 estas eran bonitos lugares en los que asomarse hasta sentir de bruces el frenesí de la Gran Vía, con un vaivén incesante de personas que, de manera irreverente nos sostienen la mirada. Como queriendo mantenernos alejados de una escena, tranquila y pomposa, que quieren disfrutar para ellos mismos.

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Fotos antiguas de Madrid: El Arco de Cuchilleros (1932)

Con la foto que os comparto hoy pasa algo muy curioso. Estamos en el año 1932 y en uno de los rincones más característicos y únicos de Madrid, el Arco de Cuchilleros, conocido por ser el acceso con más encanto, y seguramente historia de la Plaza Mayor. Os voy a dejar unos segundos para que le deis una pensada y penséis que tiene esta imagen de diferente en otras estampas antiguas que he compartido con vosotros anteriormente… ¿Ya? ¿Lo notáis?

El caso es que normalmente estamos habituados a que en las escenas en blanco y negro que comparto de Madrid lo más llamativo es el poco tráfico que había entonces, con calles casi sin coches y peatones tomando al asalto las aceras, dueños y señores de la ciudad. Sin embargo, aquí sucede lo contrario. Actualmente, el Arco de Cuchilleros es un punto muy turístico, con varias terrazas. Un aspecto opuesto al que apreciamos en este recuerdo, donde vemos numerosos vehículos (lo que parecen taxis y autobuses) invadiendo las aceras. Esto, y el hecho de que distingamos letreros como “Administración Madrid – Majadahonda” o “La Rápida” hacen pensar que este punto, antiguamente, fuese utilizado como una pequeña estación de transporte público.

Ya he visto anteriormente fotos de la Plaza Mayor utilizada como estación de autobuses puesto que era el lugar desde el cual partían numerosos viajes a distintas localidades de la Comunidad de Madrid, por ello es bastante probable que nuestro querido Arco de Cuchilleros décadas atrás tuviera a viajeros y mozos de cuerda, que así se llamaban a los primitivos portadores de maletas que había en las estaciones y estos enclaves de ida y vuelta. Pero de ellos, hablaremos en otro secreto de Madrid. Mientras tanto, sigamos disfrutando de este entrañable recuerdo.

Arco de Cuchilleros, 1932. Madrid

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Fotos antiguas de Madrid: Gran Vía, 1954

¿Era aquel Madrid de hace varias décadas más elegante que el actual? ¿O era el ojo del fotógrafo Catalá Roca el que lograba vestir aquella ciudad de un halo de donosura a través de su objetivo? Creo que un poco de ambas como se puede intuir en esta preciosa foto de 1954 de Madrid tomada junto a la puerta del Casino Militar, a la altura del número 13.

Aquel Madrid de gabardinas y prendas otoñales se quedó para siempre con un alma de escala de grises, lo que le aporta un cierto toque nostálgico.  Me gusta el contraste que vemos sobre el asfalto, aquel autobús de dos pisos, sinónimo entonces de vanguardia y modernidad, apurando la marcha a un coche que parece totalmente desubicado en el tiempo ya que nos parece mucho más antiguo que el contexto que le rodea.

Echo de menos, sin haberla paseado, aquella Gran Vía señorial, de toque cinematográfico. De conversaciones inalteradas, de suelo de adoquines, de niebla y elegantes farolas. Hoy, toda ella es un enorme escaparate, un continuo estímulo diseñado para comprar y vender, antes no tenía aquella obsesión mercantil, ni sabía lo que era un Black Friday ni lo intuía. Era más natural, más ella y me gustaba más así.

Gran Vía, Catalá Roca. 1954

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